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martes, 27 de mayo de 2014

Apenas es el principio del fin



                Los durmientes custodian celosamente tu partida mientras observo como te pierdes en el horizonte apretando por última vez esta ilusión contra mi pecho. Pero ya todo está decidido y yo me he quedado una vez más solo. La oscuridad es amenazante en el interior de mi mente. Caos y confusión nuevamente reinan libremente en mis pensamientos, todos ellos desembocan en mi ideal suicida. Me quedo sin esperanza, sin ganas de continuar, sin nada. Te veo partir y contigo se va todo lo que poseía, todo lo que creía tener.
                Las calles se encuentran bañadas de recuerdos, tantos lugares que quedaron impregnados de besos perdidos y pasión derrochada. Tan sólo me inclino para rozar con mis labios el camino que vio tus pasos andar y dejar tras de sí la esencia noctámbula de nuestro amor. Todo lo demás se encuentra inmaculado. ¿Qué más puedo decir? Estoy perdido otra vez en este entramado de almas solitarias, arrastrando un dolor tan grande. Apresando todo lo que me faltó por decirte, enjaulando lo que ya no pude ni podré darte.
                Todos mis miedos por fin se han hecho realidad, siempre llega el día que no se desea que llegue. Así como infinidad de veces llegó el día más ansiado. No hay fuego que abrase para siempre tu nombre grabado en mi interior, todo lo eres tú, todo lo eras tú. Tu ausencia es fría, tu ausencia es la muerte. Te hiciste importante, te volviste indispensable, necesaria para vivir, como el mismo aire. Ahora te conviertes en algo peor que la misma muerte. Y la muerte tan siquiera se convierte en un justo premio para dicho castigo.
                Me voy esta noche con sentimiento de derrota. Con nada de tu calor a cuestas. No tengo a quien acudir. Nadie entenderá que no pueda encontrar consuelo en nada. Yo he decidido abandonar todo, dejarme llevar por el mar de la locura. Dibujaré en las sombras tu silueta y así dejaré el mundo que tanto dolor me ha causado. Porque no valen la pena los minutos de felicidad comparados con esta eternidad sin tu presencia. ¿Qué más queda? Ominoso es el adiós. Y apenas es el principio del fin.



Ale... Desde el Infierno
     Copyright©2014 Rubén Alejandro Domínguez Jameson All Rights Reserved


jueves, 20 de marzo de 2014

E.M.



                Él vio el amor resplandecer en sus ojos, que esa noche fueron estrellas refulgentes. Ella brillaba radiante a pesar de todas las tribulaciones que existían en el pensamiento de él. Sentados en aquel café ella quiso conocer un sueño, por el cual había nacido aquel amor, por el cual aquella historia existía exultante. Pero él calló sabiendo que confesar su secreto prometía el final. Y ya estaba demasiado involucrado, demasiado inmerso en su interior ardiente, demasiado perdido por ella. ¿Cómo podría dejar de amarla si sólo pensaba y fantaseaba con sus ojos, con sus labios, con su cuerpo pálido a la luz trémula de la luna? Así que simplemente calló todo lo que tenía que decir y se entregó a ese viejo e inesperado amor.
                Él no escuchó las voces ni la música, no miró la gente ni las calles. No puso atención a nada. Esa noche lo único real fue ella ahí sentada frente a él; mirándole, augurando un amor intenso y rabioso, que juraba arrebatar hasta el último aliento de su vida. Y entonces él la miró fijamente a los ojos buscando algo y por lo que vio él creyó que valdría la pena morir. Así que se despidió, la acompañó al taxi y se marchó para tragarse una bala en nombre de ese amor que tanto miedo le provocaba.
                Escondido entre las sombras de la noche sintió el tacto frío de la muerte quien susurraba excitada a su oído que lo hiciera, que se atreviera. El viento acariciaba su rostro surcado por la pena y el llanto. El sabor a metal y óxido invadieron su gusto y se sintió extasiado mientras decía adiós agradecido por morir enamorado, porque ella lo amara casi igual como él la amaba a ella. Puso el dedo en el gatillo y la luz del viejo faro lamió sus lágrimas y su dolor. Y entonces repentinamente supo que no lo haría una vez más. Una vez más se acobardaría. Más días vendrían y habría que vivir con la ausencia de ella, con la maldita incertidumbre; tendría que vivir con el temor de no saber si aquella noche habrá sido la última en que vería sus ojos invadidos de amor, inyectados de aquella pasión que sólo ella poseía y concedía. Y es que él más que nadie sabe que el amor no es vida. El amor es morir; lentamente, dulcemente, pero es morir.




Ale... Desde el Infierno
     Copyright©2014 Rubén Alejandro Domínguez Jameson All Rights Reserved 

lunes, 10 de marzo de 2014

Sirena



                El oleaje es suave, la noche languidece y mi corazón palpita en soledad. El viento húmedo acaricia mis lágrimas y el espejo roto de la luna evoca tu recuerdo etéreo. Camino por la orilla del mar mientras las estrellas titilan como el guiño de miles de ojos que se ciernen sobre la consciencia; algunas parecen acusar y señalar, y otras parecen ser cómplices de un secreto que no permanecerá mucho tiempo escondido entre las sombras. Es demasiado grande para poderlo ocultar. Es amor.
                Aún así aquí estoy ante esta luna plateada aullando tu nombre, cuestionando mis males, silenciando mis demonios. Quiero que esta noche seas una sirena y me atraigas con tus encantos hacia lo más profundo del mar y me pierdas en la inconsciencia de lo prohibido. Arráncame de este mundo y no me sueltes nunca más, llévame lejos de aquí, lejos de esta realidad. Piérdeme, ocúltame a la mirada del mundo. Debe existir un lugar donde pueda yo mirarte tranquilamente y tomarme mi tiempo para escudriñar tu mirar.
                Y es que me ha tomado media vida encontrar la manera de acercarme a ti. Esa es la clase de hombre que soy: un hombre que se entierra en la arena y muy de repente se asoma. Los años han transcurrido y todavía quiero atraerte a mi costa embravecida, intentar aprovechar el poco tiempo que me resta. Dejarte sabiendo que tuve existencia para ti. Algún día me apagaré tan rápido y entonces te darás cuenta que jamás habría tenido realmente una oportunidad y sabrás que simplemente fui víctima de las circunstancias. Me has enseñado muchas cosas de mi propia vida con sólo mirarte a los ojos. La tristeza crece en mi interior y ahora me siento vacío cuando lloro por tu ausencia, es como si una parte de mí estuviera muriendo. Yo no sé por qué, lo intento pero aún no lo entiendo. Yo no sé si volveré a sentir esto que siento. Miro el cielo estrellado por última vez y sé con certeza que te encontraré en el final. Puede que un día entiendas todo esto. No te vayas. Yo necesito de ti para sentirme vivo. 



Ale... Desde el Infierno
     Copyright©2014 Rubén Alejandro Domínguez Jameson All Rights Reserved

lunes, 3 de marzo de 2014

Yo poseo un abismo



            "Hace mucho tiempo que he querido hablarte, llamarte por tu nombre. Y hace tiempo que no te veo, tanto que creía haberme curado, creía haberte olvidado; y creí que por fin podría recuperar la alegría que se había marchado. Pero hoy con una simple canción y una fragancia mis recuerdos evocaron tu sonreír y con tu recuerdo nuevamente apareció el dolor lacerante y febril que hace mella en mi frío corazón marchito. Es por eso que te grito en la oscuridad, en el abismo del olvido; y te evoco con tanta súplica que mis ojos lloran."   
            
          Y mis ojos ya están cansados y adoloridos por tanto llorar. La noche parece interminable y el frío apenas perceptible susurra tu nombre mientras permanezco oculto en las sombras de la habitación. No te lo había dicho pero yo poseo un abismo. Mi abismo es una sutil invitación a terminar con todo este sufrimiento. Tan fácil que sería acabar; pero también morirían los sueños y la ilusión que ha nacido en mi interior. Me seduce inmensamente saber que sólo un breve momento de dolor me esperaría y por fin todo se largaría al olvido. ¿Acaso es que no he sufrido ya suficiente? ¿Acaso no ha sido ya suficiente? ¿Alguna vez es suficiente? Si ya he padecido tanto dolor que ni nombre le puedo dar, entonces puedo sufrir un instante más y descansar para siembre. Porque siempre he sido un hombre roto y ahora fantásticas cosas pequeñas aguardan a un espíritu triste que se encuentra perdido y olvidado. El vacío se hace cada vez más y más grande. Cada noche me despierto sobresaltado, subo las escaleras y camino hasta el filo de mi abismo y de esas noches cada minuto miro hacia el fondo intentando ver el final y lo único que veo es tan sólo la vileza interminable con la cual se ha conformado mi existencia y me dan ganas de dar el salto definitivo. Cuántas heridas sin sanar. Estoy cansado de las buenas intenciones. Sólo pretendo liberarme.
            Quiero correr, quiero gritar. A donde quiera que me vaya tu recuerdo me perseguirá y a donde quiera que me esconda yo desearé ser atrapado. ¿Entonces tiene caso huir? ¿Tiene caso esconderme? Estoy condenado. Pero no puedo luchar contra esto, no quiero luchar contra esto. Quiero dejarme llevar por la marea de tus palabras, ahogarme en los te quiero, los te extraño y el te adoro. Quiero morir de una vez sabiendo ahorita que me piensas y no marcharme sabiéndome olvidado. No quiero amarte mucho ahorita y decirte adiós mañana. No lo quiero. Yo no podría vivir sin tu luz, sin tus ojos deslumbrantes, quiero habitar en tu rabioso corazón.
           






Ale... Desde el Infierno
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